Mía, mía, lo que se dice mía, no es. Pero, si mal no recuerdo, es de mi gran amigo Joaqui. Joaqui pertenece a una especie aparte, la de los hombres que saben tratar a las mujeres como iguales, que nunca ofenden, que te hacen sentir miss universo aunque vayas en chandal, sin maquillar y despeinada. Por todo eso, y por más cosas, le adoro. Pero la historia de esta foto no es la de Joaqui, aunque salga su guitarra. La historia de esta foto comienza un día que, como tantos otros, fuimos al ensayo de Tino (otro de la especie aparte, Eva tiene un tesoro contigo) a hacer nuestro trabajo. Y entre foto y foto a los niños, me encuentro con la guitarra de Joaqui abandonada sobre una silla. Y vi el cielo abierto. Le hice como tres o cuatro tomas, y ésta es la que más me gusta. Desde aquí, aunque suene a cachondeo, gracias a esa guitarra, porque desde vete a saber cuando lleva dándole el fondo a algunos de mis pasodobles favoritos en manos de uno de mis mejores amigos.
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